LA ORACIÓN COMO UN “Trato de amistad”
Cuando Teresa de Jesús, guiada por su larga y costosa experiencia de oración, comprende el valor infinito, la centralidad o lo absolutamente necesario que es cultivar esta amistad con Dios que nos amó primero, hablará de ORACIÓN y buscará la alegoría preciosa de la amistad:
Y quien no la ha comenzado, por amor del Señor le ruego yo no carezca de tanto bien. No hay aquí que temer, sino que desear; porque, cuando no fuere adelante y se esforzare a ser perfecto, que merezca los gustos y regalos que a estos da Dios, a poco ganar irá entendiendo el camino para el cielo; y si persevera, espero yo en la misericordia de Dios, que nadie le tomó por amigo que no se lo pagase; que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama. (V8, 5)
Nos vamos a detener en algunas de las palabras claves que utiliza Teresa para definir este trato de amistad con Dios: ESTAR MUCHAS VECES TRATANDO A SOLAS CON QUIEN SABEMOS NOS AMA. Traducción sencilla del abecedario del amor:
ESTAR, abandonar un “espacio” –formas de vida centradas en la utilidad, la función y la posesión…-, APARTARSE de nuestra manera habitual de mirar la realidad y de situarnos en ella. Para crear otro espacio donde los estímulos externos cambian, donde tomar distancia del mundo -no olvidarlo-, de emociones y sueños o preocupaciones que nos envuelven, para entrar en otro espacio sagrado, donde poder abrirnos con libertad a nuevas “visiones imprevisibles” –los sueños de Dios para la humanidad-. ESTAR nos habla de PRESENCIAS, la Suya y la nuestra. Supone entregar un tiempo, acoger a Otro, escuchar, expresar esperar,…
Mas habéis de entender que va mucho DE ESTAR A ESTAR; que hay muchas almas que se están en la ronda del castillo que es adonde están los que le guardan, y que no se les da nada de entrar dentro ni saben qué hay en aquel tan precioso lugar ni quién está dentro ni aun qué piezas tiene. Ya habréis oído en algunos libros de oración aconsejar al alma que entre dentro de sí; pues esto mismo es.[1]
MUCHAS VECES porque en el amor hay que insistir, hay que cuidar y cultivar la relación…
“Puede representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad y traerle siempre consigo y hablar con Él, pedirle para sus necesidades y quejársele de sus trabajos, alegrarse con El en sus contentos y no olvidarle por ellos, sin procurar oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus deseos y necesidad.”[2]
TRATANDO, estableciendo conversación a partir de nuestros deseos e intereses o de los de Dios, mirarle y acoger que nos mira y aprender de Él, dejarnos consolar, animar, dilatar,…la ida y vuelta de la amistad o del amor, la reciprocidad y la confianza… Tratar supone ACERCARSE, sí, acercarnos a nuestro Creador y Señor, Dios y Amigo. Este encuentro es la más íntima e indestructible vocación del ser humano. Nuestra meta es ésta. No estamos hechos para que nos satisfagan cosas, encuentros, regalos de Dios o noticias Suyas… Todo encuentro abre sus brazos y se abre desde dentro con la nostalgia de su plenitud.
“A SOLAS”, según la biblia diríamos “cara a cara”, con nuestro Dios, nadie puede hacer este camino por nosotros. Estamos hablando de un trato PERSONAL y personalizado. Sin “cosas” que nos entretengan y nos distraigan de la verdad que estamos tratando. A solas para centrar la mirada y unificar el corazón…Soledad y silencio de calidad donde escuchar la propuesta de Dios sobre el mundo y donde decirnos enteramente nosotros mismos…
CON QUIEN SABEMOS NOS AMA: apoyados en la confianza que nos va dando creer en Él, reconocer sus obras, agradecer su compañía, sus mediaciones, su manifestación continua en nuestra vida,… Hay que disponerse, por tanto a recibir las gracias y dones de su divina Majestad… Es el estado final de este viaje. Dios llega hasta el espacio que nosotros le dejamos disponible en nuestra intimidad y en nuestro cuerpo. No fuerza puerta alguna, ni fibra, ni sentimiento, ni deseo,… Expuestos ante Él con confianza y poniendo nuestro cuidado en recibir, acoger… El don no está ligado a lo bien hecha que esté nuestra oración o a los muchos sacrificios realizados. La promesa es el encuentro, pero sin la pretensión de apoderarnos de sus dones, ni de su Palabra. Sólo desde este encuentro amoroso, nuestro corazón cambia.